El uso de nuevas tecnologías disruptivas como el Blockchain, la IA, el Internet de las cosas (IoT) o el Big Data abren la puerta a las smart cities o ciudades inteligentes, un nuevo modelo urbano mucho más amable con los ciudadanos, en el que se extraen todas las potencialidades de la transformación digital para alumbrar un concepto de ciudad basado en la interconexión, la interoperabilidad, la eficiencia y la sostenibilidad.
Las urbes del futuro no tienen por qué ser esos lugares contaminados, hostiles y deshumanizados que anticipan muchas películas y series distópicas. De hecho, desde hace años el empleo de las tecnologías TIC ya ha ofrecido unos excelentes resultados, al haber permitido inmotizar edificios públicos, domotizar los residenciales, acometer planificaciones urbanas mucho más sostenibles, diseñar una movilidad y transporte más eficientes o realizar una gestión inteligente de los residuos.
Igualmente, el uso de la tecnología ya está aportando infinidad de ventajas evidentes en servicios básicos como los de educación y salud, o en ámbitos como la seguridad ciudadana, la transparencia de la administración municipal o la participación de los ciudadanos en la gestión pública, destacando en este sentido iniciativas muy interesantes que han proliferado en los últimos años como la de los presupuestos participativos.
La smarts cities que se perfilan en el horizonte.
Con todo, lo mejor está todavía por venir si existe la voluntad política de apostar por este nuevo modelo de ciudad, la Smart City, en la que el Internet de las Cosas (IoT) que se desarrollará sobre las redes 5G permitirá aprovechar los datos proporcionados por todo tipo de dispositivos interconectados entre sí, agilizando la toma de decisiones en base a información precisa obtenida en tiempo real.
Mientras que las soluciones inmóticas pueden hacer que los edificios públicos estén plenamente automatizados en lo que concierne a climatización, iluminación, sistemas de depuración, alarmas técnicas y de seguridad, etc. Todo ello, al tiempo que se realiza una distribución eficiente de la energía renovable, tanto en el propio inmueble como en el conjunto de edificios públicos, mediante una red de abastecimiento interconectada que puede aprovechar los excedentes generados en un punto para llevarlos a otro.
Sistemas de iluminación inteligentes.
Además, si abrimos el foco al conjunto de la ciudad, vemos que los sistemas de iluminación inteligente abren la puerta a la existencia de alumbrados públicos mucho más optimizados, eficientes y ahorrativos, que gracias al uso de sensores de luminosidad y movimiento pueden activarse o desactivarse en función de si detectan viandantes o vehículos.
Por no hablar de las virtualidades de sistemas que permiten nutrir el propio alumbrado público con la generación de energía eléctrica a partir del tránsito de los peatones, concretamente al pisar las baldosas, algo que ya se está probando en proyectos piloto de ciudades como Barcelona.
Entornos urbanos mucho más saludables, sostenibles y habitables.
De este modo, en las Smart Cities vislumbrables en un futuro inminente todos los recursos podrán gestionarse de modo mucho más eficiente, ya hablemos del suministro eléctrico, del de gas o el de agua, favoreciéndose una reducción de la huella de carbono y la generación de entornos urbanos mucho más saludables y sostenibles.
Además, con la aplicación de sistemas inteligentes de sensorización se abren nuevas oportunidades en la gestión de uno de los recursos más importantes de cualquier ciudad: el agua.
Así, se podrá monitorizar y controlar a la perfección todo lo relativo al caudal y composición de la destinada a consumo, mejorar su saneamiento, trazar su calidad, etc. Pero también, recopilar datos sanitarios muy valiosos de las aguas residuales, algo que se hace actualmente como indicador adelantado de olas COVID.
Otro tanto ocurre con la gestión de residuos, uno de los cometidos municipales más medulares, que puede ser organizado mucho mejor con las tecnologías emergentes, que a día de hoy a través del uso de sensores volumétricos ya permiten recabar todos los datos necesarios para optimizar las rutas de recogida, ahorrando tiempo, combustible y emisiones de CO2.
Tecnologías que mejoran la movilidad y el control del tráfico.
Igualmente, sistemas que utilizan cámaras, sensores, Big Data e incluso Inteligencia Artificial están contribuyendo a mejorar la movilidad en las ciudades, realizando una monitorización a tiempo real del tráfico que, por ejemplo, posibilita temporizar los semáforos de acuerdo con las necesidades existentes, o controlar las plazas de aparcamiento disponibles.
Paralelamente, las repercusiones ambientales a todos los niveles de la movilidad también pueden ser medidas con precisión, ya se trate de las emisiones de partículas y gases contaminantes o de la contaminación sonora.
Asimismo, herramientas tecnológicas asentadas hace tiempo como las conexiones por Bluetooth se están revelando como unas fantásticas aliadas para lograr una movilidad más sostenible, siendo utilizables desde para fomentar servicios de alquiler de bicicletas eléctricas hasta para impulsar infraestructuras municipales para la recarga de vehículos eléctricos e híbridos.
Conexión de los ciudadanos con la administración municipal para recibir servicios.
También, en las Smart Cities del futuro será factible una intercomunicación permanente de los ciudadanos y la administración municipal, para hacer online de manera ágil y rápida cualquier gestión y percibir los servicios a los que tienen derecho, pudiéndose además implementar sistemas de gestión que ofrezcan todas las garantías de seguridad, confidencilidad y transparencia gracias a las capacidades de la tecnología Blockchain.
Mientras que la conjunción de sistemas de videovigilancia con la IA contribuirá decisivamente a mejorar la seguridad de los ciudadanos, sin que ello tenga que suponer una cortapisa a su privacidad gracias a las herramientas de anomización existentes.
Las ciudades que ya avanzan hacia un modelo de Smart City.
Todo esto dista de ser una quimera futurista, tal y como lo acredita la implantación del modelo de Smart City en ciudades-estado como Singapur, donde desde hace años se controla el tráfico con sistemas inteligentes, ahorrando más de 50 horas al año a cada conductor en tiempo dedicado a desplazamientos. Además, en este enclave asiático también se ha impulsado la movilidad mediante taxis autónomos sin conductor, y desarrollando servicios de salud como el Smart Health TeleRehab, que facilita a ciudadanos de la tercera edad la realización de consultas inmediatas desde sus dispositivos.
Igualmente, en ciudades estadounidenses como Chicago la implementación de sistemas de sensorización ha permitido avanzar hacia una gestión inteligente del tráfico, el alumbrado público y la recogida de residuos. Mientras que, en Londres, la ciudad europea con más atributos de Smart City, han tenido mucho éxito iniciativas como la aplicada por ejemplo en el céntrico barrio de Westminster, donde hay instalados sensores de peso en las calles que avisan de las plazas de aparcamiento disponibles a los usuarios que se conectan a través de una App.
Proyectos de ciudades 100% inteligentes.
También, están ya bastante avanzados proyectos de ciudades 100% inteligentes, como es el caso de Másdar en Dubái, que será totalmente ecosostenible y que garantizará una plena movilidad sin coches; Dongtan, en las cercanías de la ciudad china de Shanghái, que reciclará todos los residuos que genere y será autosuficiente energéticamente. O más cerca, Apern en Austria, que será asimismo sostenible a efectos energéticos y de movilidad, al tiempo que apostará por la agricultura urbana.
En España, por su parte, aunque se han dado pasos puntuales hacia el nuevo modelo de Smart Cities todavía queda mucho camino por recorrer, como refleja el Smart City Index 2021 elaborado por el Observario de Ciudades Inteligentes, que solo sitúa a dos urbes españolas entre las 15 más avanzadas, concretamente a Bilbao que ocupa el puesto 10, y Zaragoza que estaría en la posición 15, mientras que Madrid y Barcelona están en los puestos 34 y 58 respectivamente.
Aunque las expectativas de mejora para los años venideros son grandes, teniendo en cuenta sobre todo que una parte importante del fondo europeo de recuperación Next Generation UE está orientada precisamente a fomentar la transformación digital, la eficiencia energética y la sostenibilidad medioambiental, los principios clave sobre los que gravita el concepto de Smart City.