El país báltico ejemplifica como partiendo de una situación muy complicada se puede llegar a ser un estado modélico gracias a la apuesta por la tecnología y la transformación digital. Desde mediados de los años 90 el país centra esfuerzos en normalizar la utilización de Internet, invierte fuertemente en educación para la utilización de las nuevas tecnologías y despliega prácticamente la totalidad de la relación con la administración pública de forma online.
Estonia es un pequeño país báltico con apenas poco más de 1.330.000 habitantes que se independizó de la extinta Unión Soviética en 1991. Desde entonces, ha protagonizado una fascinante historia de éxito tecnológico, que lo ha llevado a convertirse actualmente en el territorio más digitalizado del mundo.
De hecho, no es una mera anécdota que una herramienta tan utilizada hoy en día como Skype naciera allí, si atendemos a que el impulso estatal al ecosistema de negocio tecnológico se lleva desarrollando desde hace décadas, siendo la placenta para proyectos de emprendedores como Niklas Zennström, Janus Friis y Ahti Heinla, los creadores de la plataforma de videoconferencias que ha sido usada por millones de usuarios.
Tampoco es casualidad que la pequeña Estonia lidere el ranking mundial de creación de empresas por habitante, o que ocupe posiciones relevantes en el DESI, el Índice de Economía y Sociedad Digital que utiliza la Unión Europea para medir el grado de desarrollo tecnológico de acuerdo a varios parámetros: conectividad, capital humano, uso de internet, integración de tecnología digital y servicios públicos digitales.
La plasmación física de la pujanza tecnológica estonia la podemos encontrar en su capital Tallin, que alberga Technopolis, un auténtico «Silicon Valley» repleto de centros de negocio e incubadoras de empresas tecnológicas; edificios con arquitecturas vanguardistas que se erigen como símbolo del éxito de un modelo adoptado por un país báltico que hace apenes tres décadas era una de las cenicientas de Europa con un futuro poco halagüeño, pero que lo apostó todo a lo digital y ganó.
La historia de la Estonia 5.0 se remonta a la independencia.
El primer desafío que afrontaron los gobernantes estonios tras la independencia fue cómo construir un estado que funcionase, toda vez que el sistema precedente de administración burocratizada se había revelado como bastante ineficiente.
Por ello, eligieron la vía de la digitalización como recurso para alumbrar un modelo administrativo sustentado en la eficiencia, la transparencia y la confianza. Desde entonces, han profundizado por esta senda hasta el punto de que a día de hoy casi la totalidad de los servicios públicos se gestionan online.
Incluso, los estonios también pueden votar sin acudir al colegio electoral, siendo de momento los únicos trámites de presencialidad inexcusable el contraer matrimonio, divorciarse y las operaciones de compraventa inmobiliaria, aunque si tenemos en cuenta que la tecnología Blockchain ya permite prescindir de la formalización notarial quizás a esta última excepción le quede poco tiempo.
El programa Tiger Leap.
Con todo, antes de llegar a este modelo de sociedad digitalizada con servicios públicos online eficientes, rápidos, seguros y accesibles a todos los ciudadanos hubo de recorrerse un camino, que se inició poniendo el foco en la educación.
Así, en 1996 se implantó el programa Tiger Leap que tenía un doble objetivo: educar a la población sobre el uso de la informática e internet, y dotar de conexión a la red a escuelas, universidades, bibliotecas y otras instituciones educativas.
Además, en los planes de estudio se introdujeron materias que fomentaban las habilidades digitales, profundizando en aspectos como la programación, la robótica o la seguridad cibernética. De ahí, que no resulte extraño que actualmente los estudiantes estonios estén en los primeros puestos del informe PISA.
Asimismo, para evitar que se produjese un fenómeno de brecha digital generacional se desarrollaron iniciativas como Look@World, orientada a la alfabetización tecnológica de las personas mayores, lo que a día de hoy se traduce en que casi un 95% de la población utiliza internet habitualmente, algo fundamental para que sea operativo un modelo de administración pública online como el estonio.
El desarrollo del ecosistema tecnológico de e-Estonia.
Con todo, al margen de transformarse la filosofía educativa, también tuvo que hacerse un gran esfuerzo en crear la infraestructura tecnológica que hiciese posible la e-Estonia digital.
Para ello, ya desde la propia Ley de Telecomunicaciones del año 2000 y el Plan Estratégico del año siguiente se abrió la puerta a la colaboración público-privada, destacando en este sentido la contribución de compañías como Nortal, a la que se le puede atribuir una parte bastante estimable del ecosistema tecnológico del sector público del país.
En 2001 comenzó a desplegarse X-Road, la plataforma de gestión de datos que unifica a todo el país, y que actualmente permite acceder a la práctica totalidad de los servicios de la administración, pudiéndose en ella crear empresas, gestionar recetas médicas, tramitar multas, acceder a historiales médicos o consultar las notas de los hijos. Y, por supuesto, presentar la declaración de la renta, cifrándose actualmente en un 99% las declaraciones que se gestionan por esta vía.
De la digitalización a la automatización.
El salto adelante de Estonia no se queda en la digitalización y ahora avanza por el camino de la automatización, con lo que se conoce como servicios proactivos, cuya idea subyacente es que, ya que la administración maneja todos los datos de los ciudadanos, perfectamente puede proveerlos directamente de todos los servicios a los que tienen derecho.
Por poner un ejemplo, desde 2019 los padres de recién nacidos ya no tienen que solicitar las ayudas que les corresponden, al encargarse el sistema de hacer las gestiones por su cuenta.
Uso de IA en la administración estonia e implantación de la automatización.
Además, se ha comenzado a utilizar la Inteligencia Artificial en muchos servicios públicos, incluso en la propia administración de justicia, que actualmente se sirve de softwares para dirimir juicios menores en los que están en juego pequeñas multas, una robotización judicial que puede parecer muy distópica pero que ni siquiera es privativa de Estonia, ya que en España sin ir más lejos se utilizan desde hace años los algoritmos de la IA (RisCanvi) para ayudar a decidir a qué presos se les concede el tercer grado.
El objetivo último de la apuesta robótica estonia no es el de la sustitución de la intervención humana, sino el de aprovechar la automatización para poder evitar las tareas más repetitivas, y enfocar el esfuerzo allí donde las máquinas no pueden ayudar.
Como prueba de que esta digitalización masiva en Estonia no ha repercutido negativamente en el empleo es que su porcentaje de parados no llega actualmente al 5,9%, en plena resaca post covid. Aunque a ello, también ayuda su modelo desburocratizado que permite crear una empresa a través de X-Road con unos cuantos clics.
Atracción de inversión extranjera a Estonia con la e-Residency.
Con la e-Residency virtual vigente desde 2014 los ciudadanos extranjeros pueden crear compañías sin tener que residir en el país, así como gestionarlas, contratar trabajadores, realizar trámites administrativos, operar con los bancos, pagar impuestos… todo ello de manera online.
Con esto, se consigue atraer talento e inversión, existiendo además ventajas tributarias que incentivan esta captación.
Un modelo de administración publica digital sustentado en la tecnología Blockchain.
El modelo estonio de e-Governance despierta algunos recelos enraizados en el temor al «Estado-Leviatán» que controla todos los datos de sus ciudadanos.
Sin embargo, gracias la tecnología Blockchain toda la información personal de los estonios está encriptada, y ellos como legítimos propietarios son los únicos que autorizan su cesión y uso, pudiendo saber siempre quién accede a sus datos confidenciales y cuándo lo hace.
Además la arquitectura descentralizada de Blockchain convierte en prácticamente imposible el hackeo masivo de datos, siendo una tecnología que consigue la cuadratura de un círculo virtuoso al aportar a un tiempo seguridad, garantía de inmutabilidad y transparencia.
Asimismo, su utilización permite descentralizar procesos e impulsar la interoperatibilidad entre las distintas administraciones, aprovechando todas las ventajas de la autocertificación. Y todo ello sin comprometer en ningún momento la confidencialidad de los datos de los ciudadanos.
De hecho el gobierno estonio fue pionero en la adopción de tecnología Blockchain, para entre otras cosas tratar de protegerse de ataques cibernéticos como el que padeció en 2007, cuando hackers lograron paralizar varios servicios públicos. Algo que también impulsó la puesta en marcha de otras medidas como la apertura en 2017 de una embajada de datos en Luxemburgo, donde se guarda una copia de toda la administración del país, desde el catastro hasta el sistema de pensiones.
Más allá de alguna turbulencia puntual, Estonia, el primer país 5.0, supone un ejemplo fehaciente de cómo un estado puede gestionarse de manera casi completamente digitalizada, con la máxima eficiencia, transparencia y seguridad, siendo además un modelo totalmente respaldado por los datos, ya que su administración online ahorra hasta un 2% del PIB anual en salarios y gastos.